martes, 10 de noviembre de 2015

Análisis poema XXXVII – Antonio Machado

En este poema el yo lírico de Machado tiene el desafío de descifrar el “misterio” que esconde su alma. El poema empieza cuando Machado comienza una conversación con la noche en tono afectuoso (“¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja […]”), notamos que trata de descubrir cuál es el misterio (“en las voces de todos los misterios”), que no es otra cosa que el tratar de descubrir o redescubrir su propia personalidad teñida de su angustia (“dime, si sabes, vieja amada, dime/ si son mías las lágrimas que vierto”). Observamos, además, a un Machado que se encuentra confundido ante el mundo, un Machado que se pregunta que si las lágrimas que vierte son suyas.

Tanto el histrión grotesco como el fantasma (“si eras tú ese fantasma de tu sueño,/ ni averigüé si era su voz o la tuya,/ o era la voz de un histrión grotesco.”) son retazos de la personalidad de Machado, es decir, un desdoblamiento de él mismo.


(“tú has visto la honda gruta/ donde fabrica su cristal mi sueño,/ y sabes que mis lágrimas son mías,/ y sabes mi dolor, mi dolor viejo.”) . Vemos en “la honda gruta” un símbolo que representa a la parte más profunda de su ser y en el cristal la representación de la inocencia, la falta de artificio, un espejo que no refleja, recuerdos que con el paso del tiempo, algo tan importante en la obra machadiana, se fueron atenuando y que, como la memoria ya no puede regresar a ellos de manera tan vívida como antes, ellos no se pueden reflejar nítidamente en el cristal. “Mi dolor viejo” habla, precisamente, de esa angustia cuya causa desconoce y cuya causa quiere descubrir.

(“¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,/ yo no sé tú secreto,/ aunque he visto vagar ese, que dices/ desolado fantasma, por tu sueño.”) Ese secreto sólo puede ser descifrado por Machado, es el único quien tiene el poder de revelar su propia personalidad y redefinirla. Cuando Machado escribe “pero en las hondas bóvedas del alma,/ no sé si el llanto es una voz o un eco.” hace una introspección a lo más hondo de su ser, a las bóvedas de su alma y se replantea si su personalidad es original (una voz) o una mera copia (un eco), así como se lo puede llegar a plantear con su estilo poético.

Finalmente la noche ve a Machado vagar entre los espejos en donde no se puede distinguir lo real de lo irreal, lo verdadero de las apariencias, donde todo se torna borroso y ya no se sabe quién es y quien pretende ser (“Para escuchar tu queja de tus labios,/ yo te busqué en tu sueño,/ y allí te vi vagando en un borroso/ laberinto de espejos.”).

Notamos un afán por la perfección formal y un claro énfasis en la belleza. Se ve la influencia del modernismo, así como del simbolismo. Una marcada relación entre lo filosófico y lo poético se hace presente en el hecho de tratar de conocerse a uno mismo y a su propia alma, que subyace en toda la trama de poema mismo.

Machado decía que “la poesía es el dialogo de un hombre, de un hombre con su tiempo” y es que aquí, a mi parecer, la noche sería la representación del tiempo, plasmando así el dialogo de Machado con su tiempo. Aquí vemos claramente cómo es que “en ningún caso debe preferir el poeta lo artificial o artificioso, el arte, a lo sencillo y natural, a la naturaleza”, Machado nos muestra con este poema que, desde un lenguaje que no resulta complejo, y no por ello corriente, sino desde una bella sencillez natural, se puede crear un majestuoso poema.

Vemos la individualización de objetos que genera imágenes temporales, es decir, que a partir del uso de adjetivos cualificadores nos propone estas imágenes, de esta manera, además de generar imágenes temporales, resalta la subjetivación del lenguaje. Esas imagen genéricas como las de “honda gruta”, o “borroso laberinto”, se desdibujan para convertirse en estas imágenes temporales a partir de la singularización, mostrando visiones únicas de cada una: “tú has visto la honda gruta/ donde fabrica su cristal mi sueño” y “allí te vi vagando en un borroso/ laberinto de espejos”; a partir de estas formas únicas de  ver al objeto es que el poema nos llega al corazón. En el caso de este poema nos encontramos frente a imágenes que expresan intuiciones ya que su valor es puramente emotivo, no lógico, es decir, que la respuesta a todas las preguntas de Machado, que no han quedado de todo resueltas, no podrían descubrirse a partir de la lógica, sólo desde los sentimientos. 

Machado fue uno de los primeros poetas en introducir abundante empleo de símbolos en la lírica española moderna. Él decía que las palabras no contienen todo lo que el poeta quiere decir y para eso son los símbolos que le dicen cosas al corazón y no a la mente.

Vemos, entonces, a lo largo de todo el poema, y mencionado a través de todo el análisis, los símbolos que Zubiría define como aquello que “el poeta puede presentar ante nosotros un objeto que, visto a la luz, de frente se nos aparece como tal objeto, pero que a otra luz, reconocemos como encubridor (símbolo) de otro plano real que es siempre de índole espiritual”, tales como el cristal o el espejo, entre otros.

Poema:

¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,
que me traes el retablo de mis sueños
siempre desierto y desolado, y sólo
con mi fantasma dentro,
mi pobre sombra triste
sobre la estepa y bajo el sol de fuego,
o soñando amarguras
en las voces de todos los misterios,
dime, si sabes, vieja amada, dime
si son mías las lágrimas que vierto!

Me respondió la noche:
Jamás me revelaste tu secreto.
Yo nunca supe, amado,
si eras tú ese fantasma de tu sueño,
ni averigüé si era su voz o la tuya,
o era la voz de un histrión grotesco.

Dije a la noche: Amada mentirosa,
tú sabes mi secreto;
tú has visto la honda gruta
donde fabrica su cristal mi sueño,
y sabes que mis lágrimas son mías,
y sabes mi dolor, mi dolor viejo.

¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,
yo no sé tu secreto,
aunque he visto vagar ese, que dices
desolado fantasma, por tu sueño.
Yo me asomo a las almas cuando lloran
y escucho su hondo rezo,
humilde y solitario,
ese que llamas salmo verdadero;
pero en las hondas bóvedas del alma,
no sé si el llanto es una voz o un eco.

Para escuchar tu queja de tus labios,
yo te busqué en tu sueño,
y allí te vi vagando en un borroso
laberinto de espejos.


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