martes, 11 de noviembre de 2014

El cambio de la escuela media a un estudio terciario

Por Vera Raspagliesi
El cambio de una escuela media a un estudio terciario es enorme. En el transcurso de este ensayo voy a describir las experiencias que, a mi parecer, todos pasamos al terminar la secundaria y empezar una carrera.
El cambio empieza mucho antes que las clases, elegir qué carrera seguir es el primer acercamiento a una instrucción terciaria. Descubrir qué es lo que uno quiere estudiar es lo más difícil, o lo más fácil; una vez que hemos decidido nuestra carrera debemos decidir dónde hemos de estudiarla, y aquí entran en juego muchas variables: la economía, la disponibilidad de familia en la zona de estudio, la lejanía con el lugar de origen, el programa de la carrera en la institución y otras tantas cosas más. Una vez que ya hemos decidido la carrera que queremos seguir y el lugar de estudio podemos continuar con la inscripción, depende cuál sea la  universidad o ISDF que hayamos elegido cuándo y cómo será esta inscripción; por lo general la inscripción en universidades se realiza a la mitad del año (Junio, Julio, Agosto y en algunas se llega a extender el plazo a Septiembre), mientras que en los ISDF la inscripción es en Diciembre o en Febrero. Los institutos de formación docente no solicitan examen de ingreso, mientras que las Universidades sí; La modalidad de los exámenes en las Universidades varían correspondientemente a cada una, puede existir un examen de ingreso propiamente dicho, un cursillo preuniversitario o el CBC (Ciclo Básico Común) en el caso de la UBA (Universidad de Buenos Aires).
Una vez que ha acontecido todo lo anterior llega el primer día de clases. El temido primer día de clases. Después de haber compartido cinco años con los mismos compañeros volver al principio, a no conocer a nadie, da miedo, dan ganas de gritar “¡AYUDA!”. Este día no es tan temible solo por el hecho de estar solo, sino por no conocer que es lo que va a venir; no conocer a los profesores ni sus reputaciones, no conocer cómo es la institución, ni cómo se organizan allí, no saber con quién te vas a sentar o si la carrera va a ser lo que pensaste. Todo este miedo se remplaza por esperanza al ver un rostro familiar, ese alguien de tu escuela con el que nunca habías sido amigo anteriormente, pero que ahora es la única persona que conoces.
Después viene la parte graciosa en donde te confundís de clase, no una, no dos, sino tres veces; la cara te arde, se pone roja y un débil “perdón” se escurre de tu boca al tiempo que cerras la puerta y pensas “¿a donde era que tenía que ir?”. Una vez que encontraste tu clase y te sentaste empezas a analizar los rostros de las personas que te rodean, mientras en tu cabeza te respondes “si, no, no, no, si, no, puede ser” a la opción de que se puedan transformar en amigos. Termina la primer clase, te acercas a ese grupo que te gusto, te haces el simpático y tenes nuevos “amigos”; hablas con ellos durante toda la semana y cuando esta termina te das cuenta que realmente ese grupo no tiene nada que ver contigo, por lo que terminas alejándote de ellos, poco a poco.
En ese primer encuentro los profesores te explicaron que la evaluación es continua y, si tienes la suerte que tengo yo, que la materia es promocionable; tu cara se contorsiona y se muestra en ella claramente tu desconcierto ante tal palabra, nunca antes mencionada en la secundaria. ¿Pormocionable? ¿Qué es eso? ¿Comida? ¡No! Apenas unos segundos después saldrán de la boca del profesor (o profesora) las siguientes palabras (o al menos algunas parecidas) “que una materia sea promocionable quiere decir que no tenés que rendir final si cumplís con ciertos requisitos: 80% de la asistencia y todas las instancias evaluativas con más de siete” (pueden variar los requisitos con respecto a la institución). En el instante en que estas palabras llegan a tus oídos las relacionas así: promoción=aprobación – no promoción=desaprobación; pero no, si bien todos vamos a querer la promoción de una materia, tenemos que aprender que adquirir la promoción es algo muy difícil, que lleva mucho tiempo y dedicación y que perder la promoción no es reprobar la materia, sino que es tener que rendir un final, que al fin y al cabo te sirve para terminar de fijar los conceptos y darle un cierre diferente a la materia.
Otra cosa que cambia es el tiempo de ocio. Si, cambia, y mucho. En la secundaria uno tiene mucho tiempo libre, a decir verdad se tiene todo el tiempo libre luego de cumplir con el horario escolar, mientras que cuando realizas un estudio terciario, en el caso de que estés cursando todas las materias, el tiempo de ocio disminuye a casi cero. En los pocos momentos libres que tenés, tu cerebro piensa en las materias, en las tareas, y vos te sentís culpable ¿Culpable? Si, culpable, porque estás haciendo otra cosa en vez de estudiar.
Ojo, no todo en este cambio en malo. ¡¿Sabían que no hay que pedir permiso para ir al baño?! Tampoco tenés que entregar tu celular antes de entrar a clase, y los recreos ¡son más largos! (aunque también lo son las horas de cátedra)
El momento más difícil después de empezar un estudio terciario es cuando tenés que levantar la mano por primera vez. El temor de equivocarse es tan grande que incluso reprimimos ese impulso ensordecedor de levantar la mano y contestar a la pregunta formulada por el docente, pero una vez que superamos esa barrera del temor, una barrera totalmente infundada por los fantasmas universitarios, nuestra mano se alza y podemos por fin responder a la pregunta ¿Y lo mejor? La respondemos bien, porque era algo que ya sabíamos.
En realidad el problema de participación no es el momento más difícil, más bien yo consideraría que el instante más arduo es cuando tomás conciencia de que será más difícil de lo que creías mantener la cursada en todas las materias; aquí hay dos opciones: 1)si uno cuenta con el tiempo libre suficiente y en realidad estaba utilizándolo para el ocio, debe transformar ese espacio en productivo y estudiar más de lo que venía haciendo (es difícil mantener todas las materias, pero no es algo imposible); y 2) si el problema proviene de no disponer de tiempo físico necesario para ocuparse a conciencia de todas las materias, entonces lo mejor es posponer algunas materias para otro año, ya que en un estudio terciario vos, por elección propia, estas forjando tu futuro y esta bueno disfrutarlo.
La peor idea que se te puede ocurrir es trasnochar el jueves cuando el viernes tenés que cursar. Llegar a clases y no tener energía para pensar, para escribir los apuntes, incluso para poder prestar atención es perder el día antero; por demás está decir las características que acompañar a una trasnochada.
Si hay algo a lo que le deberíamos dedicar un ensayo, pero por cuestiones de tiempo yo no estoy en condiciones, es a los buenos compañeros. Los buenos compañeros son aquellos que dejan desinteresadamente apuntes cuando no podes acudir a una clase, son aquellos que le ponen buena onda a la clase, son aquellos que te ayudan a dilucidar conceptos confusos, son aquellos que leen tu trabajo antes que lo entregues y te dicen hacen criticas contractivas, esos son los buenos compañeros.
Ahora quiero hablarles de los exámenes. Hay que aprender a estudiar de verdad. La modalidad de evaluación es una de las cosas que más varía de la secundaria a un instituto, o, por lo menos, lo que más se le dificulta al alumno. En la escuela media te enseñan que cada pregunta tiene solo una respuesta correcta, mientras que en un estudio terciario aprendemos que las respuestas son más amplias, que no todo es negro y blanco, sino que existen los diferentes tonos de grises; mientras en la secundaria se trata de “memorizar” el contenido, en los estudios terciarios se trata de aprenderlos. En la secundaria te enterabas que tenías examen cinco días antes y con estudiar una hora previamente a la evaluación ya tenías un nueve, pero ahora te avisan con  un mes de anticipación (a veces con más tiempo) y con estudiar tres semanas antes te sacas un siete raspando.
Esto tiene que ver con un entrenamiento interno, en la secundaría no se estudia a conciencia, sino que, como he mencionado antes, se estudia de memoria; en un instituto tenés que aprender a leer a conciencia, y no una, ni dos, ni tres veces, sino muchas más; hay que aprender a hacer notas al margen, a tomar apuntes, y en este proceso de aprendizaje sobre como aprender nos podemos equivocar, porque somos humanos y los humanos se equivocan.
Otro punto por el que me parece que tiene que ver con esto es el tema de la extensión de lectura para un examen. ¿Acaso han visto los programas de estudio de las materias terciarias? ¡Son garrafales! Estudiar trescientas cincuenta paginas para un examen y sólo tener tres carillas, o tres horas dependiendo de la modalidad de examen, para expresarte es totalmente frustrante ¿Frustrante? Sí, porque no tenés el medio físico para expresar todo lo ­­­­­que sabes; lo importante para estos exámenes es saber, porque es muy difícil escribir un concepto claro y conciso sin saber que significa exactamente. Es gratificante el momento en el que ves las preguntas en la prueba y te das cuenta de que realmente te las sabes todas, y cuando exhaustivamente terminas el parcial y lo entregas te agarra ese miedo, miedo porque te olvidaste de poner algo, o porque pusiste algo de más.
El momento en que te devuelven el examen es el momento de mayor suspenso ¿Mirar o no mirar la nota? Definitivamente, después de unos segundos de titubeo, ves la nota. Si la nota es mala te angustiaras un poco, pero has de saber que no es el fin de nada, solo un paso hacia tu futuro, y todo cuenta como experiencia. Si la nota es buena, entonces ¡Felicitaciones por el esfuerzo! El estudio ha rendido frutos y puedes festejar como se merece.
Ya que estamos hablando de festejar, quiero ahondar un poco en este tema: las salidas nocturnas. Ya había planteado anteriormente en este ensayo el problema de trasnochar un día antes de cursar, y si bien está conectado con lo que les voy a plantear ahora, no es lo mismo. No hay nada peor que una amiga insistente que quiere salir a bailar en la época en la que estas en exámenes, claramente vos querés salir, pero realmente no podes; tener que decir que no es duro, pero hay que saber que todo sacrificio tiene su recompensa, y que al terminar los exámenes esas amigas van a seguir estando allí para vos, y para salir a bailar, claro.
Otra cosa de la que me gustaría hablar es de la cantidad de trabajo post cátedra que se tiene en un estudio terciario, y más si hablamos de un estudio semipresencial.
Los tiempos son otros, las exigencias son otras, esperan algo de vos que no sabes si podes dar, te exigen más de lo que podes, y está bien, pero hay que acostumbrarse. Para estudiar cualquier carrera, presencial o no, se debe, además, tener mucha organización para realizar las tareas que se nos han asignado. Si uno es desorganizado de seguro que alguna de las tareas se le pasará por alto, y es importante que esto no pase ya que luego empezamos a atrasarnos, y una vez que nos atrasamos nos cuesta mucho volver a regularizarnos. Otro error que nos puede llevar a cometer la desorganización es olvidar un parcial y tener que empezar a estudiar con solo una semana antes genera mucho estrés, por el poco tiempo y la cantidad de hojas a estudiar, y por el temor de no llegar a leer todo.
Todas estas cosas mencionadas, buenas y malas, son las que completan nuestra experiencia ¿Estaría bueno sacar algunas? Claro, pero, como muchas cosas en la vida, es algo imposible. Este cambio es enorme, pero es un cambio necesario que es parte de la vida, de crecer; podemos comparar este cambio con el de preescolar a primaria (¿Quién no ha llorado?) y con el de la primaria a la secundaria. Son etapas de la vida, donde debemos tener más responsabilidades, donde debemos madurar y crecer; algunos deciden renunciar, pero no porque este cambio tenga una solución no antes propuesta, sino que porque este no es su momento, o su carrera, o su modalidad de aprendizaje. Es un cambio difícil, ¿Qué digo difícil? Dificilísimo, pero es un cambio que nos ayudara a crecer intelectualmente, a adquirir nuevas experiencias para nuestra vida. Como dice mi mamá es un cambio lindo, es una etapa para disfrutar y para explorar nuestros gustos. Es una etapa para aprender, para empezar la aventura que es la especialización en lo que nos gusta. 

Por último me gustaría finalizar con una cita de Nietzsche “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.

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