Por Vera Raspagliesi
El
cambio de una escuela media a un estudio terciario es enorme. En el transcurso
de este ensayo voy a describir las experiencias que, a mi parecer, todos
pasamos al terminar la secundaria y empezar una carrera.
El
cambio empieza mucho antes que las clases, elegir qué carrera seguir es el
primer acercamiento a una instrucción terciaria. Descubrir qué es lo que uno
quiere estudiar es lo más difícil, o lo más fácil; una vez que hemos decidido
nuestra carrera debemos decidir dónde hemos de estudiarla, y aquí entran en
juego muchas variables: la economía, la disponibilidad de familia en la zona de
estudio, la lejanía con el lugar de origen, el programa de la carrera en la institución
y otras tantas cosas más. Una vez que ya hemos decidido la carrera que queremos
seguir y el lugar de estudio podemos continuar con la inscripción, depende cuál
sea la universidad o ISDF que hayamos
elegido cuándo y cómo será esta inscripción; por lo general la inscripción en
universidades se realiza a la mitad del año (Junio, Julio, Agosto y en algunas se
llega a extender el plazo a Septiembre), mientras que en los ISDF la
inscripción es en Diciembre o en Febrero. Los institutos de formación docente
no solicitan examen de ingreso, mientras que las Universidades sí; La modalidad
de los exámenes en las Universidades varían correspondientemente a cada una,
puede existir un examen de ingreso propiamente dicho, un cursillo
preuniversitario o el CBC (Ciclo Básico Común) en el caso de la UBA
(Universidad de Buenos Aires).
Una
vez que ha acontecido todo lo anterior llega el primer día de clases. El temido
primer día de clases. Después de haber compartido cinco años con los mismos
compañeros volver al principio, a no conocer a nadie, da miedo, dan ganas de
gritar “¡AYUDA!”. Este día no es tan temible solo por el hecho de estar solo,
sino por no conocer que es lo que va a venir; no conocer a los profesores ni
sus reputaciones, no conocer cómo es la institución, ni cómo se organizan allí,
no saber con quién te vas a sentar o si la carrera va a ser lo que pensaste.
Todo este miedo se remplaza por esperanza al ver un rostro familiar, ese
alguien de tu escuela con el que nunca habías sido amigo anteriormente, pero
que ahora es la única persona que conoces.
Después
viene la parte graciosa en donde te confundís de clase, no una, no dos, sino
tres veces; la cara te arde, se pone roja y un débil “perdón” se escurre de tu
boca al tiempo que cerras la puerta y pensas “¿a donde era que tenía que ir?”.
Una vez que encontraste tu clase y te sentaste empezas a analizar los rostros
de las personas que te rodean, mientras en tu cabeza te respondes “si, no, no,
no, si, no, puede ser” a la opción de que se puedan transformar en amigos.
Termina la primer clase, te acercas a ese grupo que te gusto, te haces el simpático
y tenes nuevos “amigos”; hablas con ellos durante toda la semana y cuando esta
termina te das cuenta que realmente ese grupo no tiene nada que ver contigo,
por lo que terminas alejándote de ellos, poco a poco.
En
ese primer encuentro los profesores te explicaron que la evaluación es continua
y, si tienes la suerte que tengo yo, que la materia es promocionable; tu cara
se contorsiona y se muestra en ella claramente tu desconcierto ante tal
palabra, nunca antes mencionada en la secundaria. ¿Pormocionable? ¿Qué es eso?
¿Comida? ¡No! Apenas unos segundos después saldrán de la boca del profesor (o
profesora) las siguientes palabras (o al menos algunas parecidas) “que una
materia sea promocionable quiere decir que no tenés que rendir final si cumplís
con ciertos requisitos: 80% de la asistencia y todas las instancias evaluativas
con más de siete” (pueden variar los requisitos con respecto a la institución).
En el instante en que estas palabras llegan a tus oídos las relacionas así:
promoción=aprobación – no promoción=desaprobación; pero no, si bien todos vamos
a querer la promoción de una materia, tenemos que aprender que adquirir la
promoción es algo muy difícil, que lleva mucho tiempo y dedicación y que perder
la promoción no es reprobar la materia, sino que es tener que rendir un final,
que al fin y al cabo te sirve para terminar de fijar los conceptos y darle un
cierre diferente a la materia.
Otra
cosa que cambia es el tiempo de ocio. Si, cambia, y mucho. En la secundaria uno
tiene mucho tiempo libre, a decir verdad se tiene todo el tiempo libre luego de
cumplir con el horario escolar, mientras que cuando realizas un estudio
terciario, en el caso de que estés cursando todas las materias, el tiempo de
ocio disminuye a casi cero. En los pocos momentos libres que tenés, tu cerebro
piensa en las materias, en las tareas, y vos te sentís culpable ¿Culpable? Si,
culpable, porque estás haciendo otra cosa en vez de estudiar.
Ojo,
no todo en este cambio en malo. ¡¿Sabían que no hay que pedir permiso para ir
al baño?! Tampoco tenés que entregar tu celular antes de entrar a clase, y los
recreos ¡son más largos! (aunque también lo son las horas de cátedra)
El
momento más difícil después de empezar un estudio terciario es cuando tenés que
levantar la mano por primera vez. El temor de equivocarse es tan grande que
incluso reprimimos ese impulso ensordecedor de levantar la mano y contestar a
la pregunta formulada por el docente, pero una vez que superamos esa barrera
del temor, una barrera totalmente infundada por los fantasmas universitarios,
nuestra mano se alza y podemos por fin responder a la pregunta ¿Y lo mejor? La
respondemos bien, porque era algo que ya sabíamos.
En
realidad el problema de participación no es el momento más difícil, más bien yo
consideraría que el instante más arduo es cuando tomás conciencia de que será
más difícil de lo que creías mantener la cursada en todas las materias; aquí
hay dos opciones: 1)si uno cuenta con el tiempo libre suficiente y en realidad
estaba utilizándolo para el ocio, debe transformar ese espacio en productivo y
estudiar más de lo que venía haciendo (es difícil mantener todas las materias,
pero no es algo imposible); y 2) si el problema proviene de no disponer de
tiempo físico necesario para ocuparse a conciencia de todas las materias,
entonces lo mejor es posponer algunas materias para otro año, ya que en un
estudio terciario vos, por elección propia, estas forjando tu futuro y esta
bueno disfrutarlo.
La
peor idea que se te puede ocurrir es trasnochar el jueves cuando el viernes tenés
que cursar. Llegar a clases y no tener energía para pensar, para escribir los
apuntes, incluso para poder prestar atención es perder el día antero; por demás
está decir las características que acompañar a una trasnochada.
Si
hay algo a lo que le deberíamos dedicar un ensayo, pero por cuestiones de
tiempo yo no estoy en condiciones, es a los buenos compañeros. Los buenos
compañeros son aquellos que dejan desinteresadamente apuntes cuando no podes
acudir a una clase, son aquellos que le ponen buena onda a la clase, son aquellos
que te ayudan a dilucidar conceptos confusos, son aquellos que leen tu trabajo
antes que lo entregues y te dicen hacen criticas contractivas, esos son los
buenos compañeros.
Ahora
quiero hablarles de los exámenes. Hay que aprender a estudiar de verdad. La
modalidad de evaluación es una de las cosas que más varía de la secundaria a un
instituto, o, por lo menos, lo que más se le dificulta al alumno. En la escuela
media te enseñan que cada pregunta tiene solo una respuesta correcta, mientras
que en un estudio terciario aprendemos que las respuestas son más amplias, que
no todo es negro y blanco, sino que existen los diferentes tonos de grises;
mientras en la secundaria se trata de “memorizar” el contenido, en los estudios
terciarios se trata de aprenderlos. En la secundaria te enterabas que tenías
examen cinco días antes y con estudiar una hora previamente a la evaluación ya
tenías un nueve, pero ahora te avisan con
un mes de anticipación (a veces con más tiempo) y con estudiar tres semanas
antes te sacas un siete raspando.
Esto
tiene que ver con un entrenamiento interno, en la secundaría no se estudia a conciencia,
sino que, como he mencionado antes, se estudia de memoria; en un instituto tenés
que aprender a leer a conciencia, y no una, ni dos, ni tres veces, sino muchas
más; hay que aprender a hacer notas al margen, a tomar apuntes, y en este
proceso de aprendizaje sobre como aprender nos podemos equivocar, porque somos
humanos y los humanos se equivocan.
Otro
punto por el que me parece que tiene que ver con esto es el tema de la extensión
de lectura para un examen. ¿Acaso han visto los programas de estudio de las
materias terciarias? ¡Son garrafales! Estudiar trescientas cincuenta paginas
para un examen y sólo tener tres carillas, o tres horas dependiendo de la
modalidad de examen, para expresarte es totalmente frustrante ¿Frustrante? Sí,
porque no tenés el medio físico para expresar todo lo que sabes; lo
importante para estos exámenes es saber, porque es muy difícil escribir un
concepto claro y conciso sin saber que significa exactamente. Es gratificante
el momento en el que ves las preguntas en la prueba y te das cuenta de que
realmente te las sabes todas, y cuando exhaustivamente terminas el parcial y lo
entregas te agarra ese miedo, miedo porque te olvidaste de poner algo, o porque
pusiste algo de más.
El
momento en que te devuelven el examen es el momento de mayor suspenso ¿Mirar o
no mirar la nota? Definitivamente, después de unos segundos de titubeo, ves la
nota. Si la nota es mala te angustiaras un poco, pero has de saber que no es el
fin de nada, solo un paso hacia tu futuro, y todo cuenta como experiencia. Si
la nota es buena, entonces ¡Felicitaciones por el esfuerzo! El estudio ha
rendido frutos y puedes festejar como se merece.
Ya
que estamos hablando de festejar, quiero ahondar un poco en este tema: las
salidas nocturnas. Ya había planteado anteriormente en este ensayo el problema
de trasnochar un día antes de cursar, y si bien está conectado con lo que les
voy a plantear ahora, no es lo mismo. No hay nada peor que una amiga insistente
que quiere salir a bailar en la época en la que estas en exámenes, claramente
vos querés salir, pero realmente no podes; tener que decir que no es duro, pero
hay que saber que todo sacrificio tiene su recompensa, y que al terminar los
exámenes esas amigas van a seguir estando allí para vos, y para salir a bailar,
claro.
Otra
cosa de la que me gustaría hablar es de la cantidad de trabajo post cátedra que
se tiene en un estudio terciario, y más si hablamos de un estudio semipresencial.
Los
tiempos son otros, las exigencias son otras, esperan algo de vos que no sabes
si podes dar, te exigen más de lo que podes, y está bien, pero hay que
acostumbrarse. Para estudiar cualquier carrera, presencial o no, se debe,
además, tener mucha organización para realizar las tareas que se nos han
asignado. Si uno es desorganizado de seguro que alguna de las tareas se le
pasará por alto, y es importante que esto no pase ya que luego empezamos a
atrasarnos, y una vez que nos atrasamos nos cuesta mucho volver a regularizarnos.
Otro error que nos puede llevar a cometer la desorganización es olvidar un
parcial y tener que empezar a estudiar con solo una semana antes genera mucho
estrés, por el poco tiempo y la cantidad de hojas a estudiar, y por el temor de
no llegar a leer todo.
Todas
estas cosas mencionadas, buenas y malas, son las que completan nuestra
experiencia ¿Estaría bueno sacar algunas? Claro, pero, como muchas cosas en la
vida, es algo imposible. Este cambio es enorme, pero es un cambio necesario que
es parte de la vida, de crecer; podemos comparar este cambio con el de preescolar
a primaria (¿Quién no ha llorado?) y con el de la primaria a la secundaria. Son
etapas de la vida, donde debemos tener más responsabilidades, donde debemos
madurar y crecer; algunos deciden renunciar, pero no porque este cambio tenga
una solución no antes propuesta, sino que porque este no es su momento, o su
carrera, o su modalidad de aprendizaje. Es un cambio difícil, ¿Qué digo
difícil? Dificilísimo, pero es un cambio que nos ayudara a crecer intelectualmente,
a adquirir nuevas experiencias para nuestra vida. Como dice mi mamá es un
cambio lindo, es una etapa para disfrutar y para explorar nuestros gustos. Es
una etapa para aprender, para empezar la aventura que es la especialización en
lo que nos gusta.
Por
último me gustaría finalizar con una cita de Nietzsche “Quien tiene algo por
qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.
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